El deterioro económico de Alemania lleva ya tiempo ocupando los titulares. La mayor economía de la Unión Europea y de la eurozona, tradicional 'locomotora' del Viejo Continente y sinónimo de éxito industrial, innovación y eficiencia, no sale del estancamiento. La parálisis política, el descontento ciudadano, el pesimismo de los inversores y la desconfianza de las empresas se superponen en una suerte de 'tormenta perfecta' en la que lo estructural y lo cíclico se han dado la mano. Las preocupaciones sobre el nulo crecimiento desde el covid y la dificultad para revertir esta situación han dado paso a un temor mayor: Alemania está anémica y una nueva gran crisis mundial puede dejarla completamente KO. Esa conclusión se extrae del hundimiento de un observado índice económico, que se ha desplomado a niveles propios de las grandes recesiones. Que esta vigilada métrica caiga de esta manera en una teórica época de bonanza (no se avista una recesión mundial de momento), ha hecho redoblar las señales de unos analistas que insisten en que ya 'llueve sobre mojado'.
Este martes, como ocurre cada mes, el prestigioso Centro Leibniz para la Investigación Económica Europea (ZEW por sus siglas en alemán) publicaba sus indicadores sobre sentimiento económico actual y expectativas de los inversores. Inicialmente, el foco ha sido para el indicador de expectativas, que en diciembre ha dado un destacable salto positivo en la medida en la que los inversores han mostrado su confianza en que las venideras bajadas de los tipos de interés y la conformación de un gobierno más fuerte tras las elecciones de febrero ayuden a salir del marasmo. Sin embargo, el otro indicador del ZEW, el que valora las condiciones actuales, deja una instantánea mucho más alarmante.
El citado indicador sobre el sentimiento económico actual de los inversores en Alemania ha caído este mes de -91,4 a -93,1, esperando los analistas un -92,6. De este modo, el índice se ha desplomado hasta niveles solo registrados cuando Alemania ha sido golpeada por una gran crisis mundial (comienzos de los 90, la gran crisis financiera, el estallido del covid en Occidente) o interna (a comienzos de los 2000 Alemania encadenó dos años seguidos -2002 y 2003- de contracción económica -no ha vuelto a suceder, aunque ahora se puede volver a repetir y- fue calificada como 'el hombre enfermo de Europa', dado paso a un largo camino de reformas).
La caída del indicador a -91,4 el mes pasado (en ese momento ya era el nivel más bajo fuera de una gran crisis) llamó la atención de varios analistas, que enseguida se pronunciaron en las redes sociales. De una forma más técnica, Boris Kovacevic, estratega de macro global en Convera, explicaba que el índice acumulaba ya 36 meses en negativo (en diciembre ya 37), la segunda racha bajista más larga de la que se tiene constancia.
Recogiendo el guante lanzado por Kovacevic, el estratega Michael A. Arouet, muy activo en redes sociales, iba más lejos: "La encuesta de confianza alemana está en un nivel que se vio por última vez cuando se tocó fondo con los confinamientos del covid y con la gran crisis financiera. Y esto en tiempos de bonanza. La mayoría de los alemanes aún no comprenden la magnitud de la ruina económica autoinfligida". En este punto, lanzaba la 'señal': "La próxima recesión mundial será sencillamente brutal para Alemania".
Es cierto que algunos analistas, como Mario Cavaggioni, senior portfolio manager en Fedesa, un family office de Mónaco, tildan a los indicadores del ZEW de "volátiles" y de tendentes a "sobrerreaccionar". Sin embargo, el otro gran dato de confianza alemán, el indicador de confianza empresarial del Instituto Ifo de Investigación Económica, con sede en Múnich, ha respaldado también este martes los malos augurios.
El índice Ifo de clima empresarial ha caído significativamente en diciembre (de 85,6 revisado a 84,7), su nivel más bajo desde mayo de 2020. Los economistas encuestados con antelación sólo esperaban un descenso mínimo. Mientras que la valoración de la situación empresarial actual mejoró (85,1 tras 84,3), las expectativas para los próximos seis meses se desplomaron literalmente (84,4 tras 87 el mes anterior). Con excepción de la construcción, el clima empresarial cayó en todos los grandes sectores.
Más allá de las cifras, el pesimismo amenaza con cronificarse y convertirse en letargo, dejando sin capacidad de reacción a Alemania, ni ante un nuevo posible revés económico mundial, ni ante unas dinámicas globales que cambian a toda velocidad. En el primer caso, Mathieu Savary, estratega jefe para Europa de BCA Research, es muy claro en uno de sus últimos informes: "Alemania carece de flexibilidad fiscal y su capacidad para responder a los shocks económicos es limitada".
En concreto, ahonda Savary, según la OCDE y el FMI, Alemania necesita aumentar la inversión pública, invertir en la capacitación de su fuerza laboral y construir sistemas de transporte público para fomentar un crecimiento más fuerte, al tiempo que logra sus objetivos de emisiones de carbono. Sin embargo, si se cumple estrictamente el freno constitucional a la deuda -que limita el déficit primario anual al 0,35% del PIB-, los desembolsos necesarios para modernizar la economía alemana serán difíciles, advierte el experto.
En el segundo extremo, la realidad no puede ser más cruda. Con EEUU exhibiendo fortaleza económica y con China expandiendo sus capacidades, Berlín se está quedando cada vez más atrás y cada día que pasa es más difícil disminuir la brecha. El fin del gas ruso a buen precio por la guerra en Ucrania tras el precipitado cierre nuclear de la era Merkel han pesado mucho y el cambio de dinámica de una China que ha pasado a producir bienes de alto valor añadido en vez de comprarlos a Berlín han sido unos vientos en contra muy duros para Alemania. Sin embargo, el horizonte inmediato trae más vientos de cara.
Alemania ante un mundo cambiante
"El resultado de las elecciones estadounidenses y las posibles políticas económicas de la administración entrante de Donald Trump, junto con los problemas políticos y de las finanzas públicas en Francia, son la última adición a la larga lista de riesgos económicos de Alemania. Dado que el 10% de las exportaciones alemanas se dirigen a EEUU (de las cuales la mayor parte son automóviles), cualquier arancel estadounidense afectaría a un sector que ya está sufriendo", avisa Carsten Brzeski, economista jefe de ING y habitual 'médico' en el diagnóstico de la economía germana.
El analista de ING también apunta al impacto que los recortes fiscales y la desregulación en EEUU -combinados con unos precios de la energía ya bajos- tendrían sobre la competitividad alemana, claramente negativo: "Las empresas alemanas podrían aumentar sus inversiones en EEUU a costa de las inversiones en Alemania".
Aunque los servicios tienen ya bastante más peso en el conjunto de la economía alemana, la crisis existencial que vive el sector industrial evidencia que el modelo de éxito germano (exportaciones de alto valor añadido) está sucumbiendo ante las nuevas dinámicas mundiales. En este punto, Jörg Krämer, estratega de Commerzbank, se alinea con sus colegas de otras casas de análisis: "El sector manufacturero está en una profunda crisis estructural, en particular los fabricantes de automóviles, sus proveedores y sectores de alto consumo energético como el químico. No sólo sufren la débil demanda de China y los costos energéticos comparativamente altos, sino también la erosión de la competitividad de Alemania, que comenzó durante los años de Merkel y continuó bajo la coalición saliente. Si las elecciones generales del 23 de febrero no conducen a un cambio de rumbo en la política económica (para el que aún no hay una mayoría), es probable que aún más empresas trasladen su producción a Europa del Este o a EEUU".
Precisamente las elecciones de febrero se ven como un posible punto de inflexión para que un gobierno encabezado por la CDU y más fuerte que el actual (las luchas internas entre socialdemócratas, verdes y liberales han acabado con el gabinete de Scholz) dé un impulso a la economía con un programa más pro-empresarial de reducción de impuestos y de burocracia que a la vez se avenga a aumentar la inversión (flexibilizar la férrea medida del freno constitucional a la deuda en lo que atañe a grandes inversiones).
Desde el departamento de estudios de ING estiman que, dada la fragmentación política existente, con la ultraderecha como segunda fuerza en las encuestas, las políticas fiscales más laxas en Alemania se materializarán, a más tardar, en 2026. Y sólo para compensar el déficit de inversión acumulado en la última década, Alemania necesitaría inversiones adicionales del 1,5% del PIB al año durante los próximos 10 años, resaltan. "No todo son inversiones públicas, pero el Gobierno tendrá que desempeñar un papel importante a la hora de proporcionar bienes públicos como infraestructuras y educación y crear incentivos para las inversiones privadas. Actualmente, el resultado más probable tras las elecciones es al menos un fondo de inversión en infraestructuras", explica Brzeski.
El problema, continúa el experto de ING, es que, incluso el escenario más optimista de reformas e inversiones, todo puede acabar en un mero 'lavado de cara'. "Cualquier nuevo gobierno no intentará revisar el viejo modelo económico empresarial, sino que intentará rejuvenecer el antiguo. Menos burocracia, algunos recortes fiscales para estimular el gasto y las inversiones, posiblemente intentos de reducir los costes energéticos y la inversión en infraestructuras: todo ello figura en la lista de deseos de cualquier economista europeo para Navidad, y un estímulo para el crecimiento de la economía. Si estas medidas serán realmente suficientes para competir contra China y EEUU es una cuestión completamente distinta. Lo que Alemania obtendría es un modelo renovado de su economía, claramente mejor que el viejo, con grietas, fallos de batería y muy pocos artilugios, pero tampoco un modelo nuevo, brillante y salpicado que deje boquiabierta a la competencia", cierra el estratega del banco holandés.
Más expeditivo se muestra Arouet: "El enfermo de Europa va a elecciones. El problema es que no hay ningún partido importante en Alemania que luche contra la sobrerregulación e impulse la innovación. El abanico va desde los socialistas verdes con utopías de decrecimiento hasta los partidos que sólo intentan preservar las industrias del siglo pasado".
Un claro problema de subinversión
Desde BCA Research, Savary se centra en el problema de la subinversión alemana en un escenario en el que Pekín y Washington están poniendo toda la carne en el asador: "Alemania ha invertido menos que otras grandes economías. Como se destaca en el (famoso) informe de Mario Draghi, este problema también existe en toda la UE, pero es particularmente agudo en Alemania. Las tasas de inversión privada alemanas han quedado por debajo de las de Francia y España desde la introducción del euro".
Esta falta de inversión significa que Alemania tiene un capital industrial envejecido, más que el de otras grandes naciones europeas o el de EEUU. Esto explica por qué la productividad de Alemania no es mejor que la del resto de la eurozona e incluso podría quedar sustancialmente rezagada en los próximos años, informa Savary. "Además, Alemania no ha experimentado las mismas restricciones salariales que las naciones periféricas después de la crisis financiera mundial; por lo tanto, la competitividad de Alemania se ha erosionado por completo. Como la demanda interna es débil, Alemania sufre cuando su competitividad se debilita", resuelve el estratega de BCA.
Un problema adicional creado por esta falta de inversión, concluye Savary, es que su modelo I+D (investigación y desarrollo) se está quedando obsoleto. "Alemania gasta anualmente el 3% de su PIB en I+D, uno de los niveles más altos de Europa. Sin embargo, su I+D sigue concentrándose en el sector automovilístico y no está generando el tipo de innovación que ha impulsado el crecimiento de EEUU en los últimos años. De hecho, los tres mayores gastadores de I+D en Alemania son Mercedes-Benz, BMW y Bosch", certifica. Una señal especialmente reveladora ante lo que pueda venir.
Fuente: El Economista es